Un Mundo Post-Pandemia

Con esta declaración, la Asamblea General de las Naciones Unidas busca revitalizar acciones coordinadas y alianzas globales para asegurar la erradicación del trabajo forzoso, la esclavitud moderna, la trata de personas y el trabajo infantil. Celebremos esta decisión ya que llama la atención sobre el contexto actual y los desafíos que ha traído consigo la pandemia.

Desde el año 2000, el trabajo infantil ha disminuido en 94 millones de niños, lo cual es un logro inmenso. Para dar un poco de perspectiva, imagine que esos 94 millones de niños podrían ser la población total de California, Texas, Florida y Connecticut juntos. Ha sido un esfuerzo inmenso de la sociedad civil, gobiernos e incluso actores privados.

© U.R. Romano courtesy of University of Connecticut Center for Human Rights

© U.R. Romano courtesy of University of Connecticut Center for Human Rights

Son 94 millones menos de trabajadores infantiles, el equivalente a la población de California, Texas, Florida y Connecticut combinados.

No obstante, la pandemia de Covid-19 está revirtiendo décadas de mejora en este asunto. En la actualidad, hay 152 millones de niños trabajando y, debido a la pandemia, el Banco Mundial estima que un total de 150 millones de personas estarán en la pobreza extrema para fines de este año. Eso significa un probable aumento de niños trabajadores como consecuencia directa de la pandemia que ha provocado el cierre de escuelas, dejando a los niños fuera de la escuela y en riesgo de caer en trabajo infantil. Además, existe una fuerte correlación entre condiciones económicas adversas y un aumento del trabajo infantil debido a la inseguridad económica de las familias, según la OIT y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Para abordar este desafío multidimensional, enfrentamos la oportunidad de unirnos en solidaridad para reorganizar y reparar las injusticias históricas a las poblaciones más vulnerables, al tiempo que incluimos a la naturaleza y a todos sus seres en la ecuación. Como individuos/as y como colectivo, finalmente nos hemos dado cuenta de la urgencia de responder a la pregunta "¿en qué tipo de mundo quiero vivir?" La necesidad de actuar es urgente.

Aunque no hay una única respuesta, parece haber consenso en torno al hecho de que debemos centrar nuestra atención en la redefinición del contrato social y asumir la responsabilidad de las condiciones del planeta y de los sistemas sociales que heredarán las generaciones futuras. Lo que me recuerda el concepto del “principio de las siete generaciones” extraído de la sabiduría de los pueblos indígenas. Este principio sirve como una brújula que guía las decisiones sobre cómo vivimos, ya que tendrá un impacto en las siete generaciones futuras. Para ello, debemos liberarnos de siglos de creencias coloniales negativas y obsoletas y abrazar la diversidad como una herramienta maravillosa para todo tipo de avances.

Uno de los remedios para el trabajo infantil, y su causa fundamental de la pobreza, radica en abordar la tarea de acelerar la descarbonización de nuestras economías y, con la descarbonización, la consiguiente creación de empleos para adultos en torno a nuestras necesidades más críticas para la supervivencia de la humanidad. . Necesitamos enfocarnos en soluciones para trabajar con la naturaleza y usar nuestra creatividad para inspirarnos en sus miles de millones de años de conocimiento acumulado para poder enfrentar y posiblemente revertir algunos de los efectos del cambio climático que impactan directamente en los derechos de nuestros niños, la posibilidades de una infancia digna y, en última instancia, la supervivencia de nuestra próxima generación.

Para hacer frente a la amenaza de que más niños caigan en el trabajo infantil durante la pandemia y en un mundo posterior a la pandemia, la fuerza laboral adulta tiene que centrarse en resalvajizar, regenerar y restaurar la naturaleza mientras utiliza tecnologías que faciliten la vida humana y su supervivencia en el planeta. En este sentido, el uso de la tecnología también debe salir de la perspectiva antropocéntrica y al servicio de una visión más ecocéntrica.

Las respuestas de emergencia económica dentro de la estructura gubernamental serán necesarias para mitigar los peores golpes financieros de la pandemia. Estas soluciones rápidas podrían ser transferencias de efectivo o cheques de estímulo y compensación por desempleo de emergencia que ayuden a los grupos más vulnerables a satisfacer sus necesidades básicas que de otro modo no serían satisfechas. Esto también reduce la necesidad de que los niños trabajen para mantener a sus familias. La asistencia social y un plan de gasto claro a largo plazo podrían ser la estrategia para evitar que esta crisis se convierta en una catástrofe.

Este plan tiene que ir de la mano de las empresas que operan de conformidad con las protecciones laborales, así como de los trabajadores adultos informados y conscientes de sus propios derechos en aras de su propia calidad de vida y dignidad y la de su familia. Habrá un beneficio para las empresas que operan de manera socialmente responsable hacia la prevención del trabajo infantil y condiciones más justas para sus empleados, quienes podrían contribuir a la reactivación de la economía con su gasto.

Para prevenir y abordar el trabajo infantil ya existente durante y después de la pandemia, es necesario imbuir la fuerza creativa e innovadora del espíritu empresarial con procedimientos establecidos en respeto del principio de la debida diligencia y exigir a las empresas que cumplan con sus obligaciones legales, establecer medidas para prevenir y mitigar el riesgo de atropellos ambientales y de derechos humanos, impactando positivamente las economías locales abiertas a una mayor cooperación y rendición de cuentas. Las habilidades laborales y de capacitación y el acceso a los servicios financieros son fundamentales para fortalecer la estabilidad y la rendición de cuentas en la promoción de un crecimiento económico inclusivo y constante.

Todos podemos ser co-creadores de un mundo más justo, más limpio, más inteligente y más seguro para nuestros niños y niñas mediante la construcción de resiliencia en las personas, familias y comunidades trabajando de la mano con los gobiernos locales para garantizar el acceso y la creación de redes de seguridad a través de sistemas fiscales adecuados y acciones coordinadas. Los últimos 20 años son una prueba de lo que es posible y con medidas preventivas más niños y niñas podrán vivir libres y en su máximo potencial.